Archivo por meses: junio 2012

De la cuestión de clase o de la diferencia de grano en las imágenes.

Siguiendo las escasas noticias e imágenes del conflicto de la Minería del Carbón en Asturias y de la Huelga Indefinida del sector en España, esta mañana, nos hemos encontrado con dos imágenes en el Facebook, que nos han resultado cuando menos reveladoras.

Al verlas, no hemos podido evitar recordar estas palabras de R. Barthes: “ Tales son las dos vías de la Fotografía. Es a mí a quien corresponde escoger, someter su espectáculo al código civilizado de las ilusiones perfectas o afrontar en ella el despertar de la intratable realidad.” (Barthes, La cámara lúcida 1989 p 129).

No ha sido solo el contenido de las imágenes lo que nos ha llamado la atención sino las reacciones de los usuarios de Facebook al compartirlas una primero y la otra después en nuestro muro. La primera, bajo el título «La lucha de clase» y la segunda «La diferencia de clase», a pesar de las evidentes diferencias de calidad entre una y otra y de que la recepción de las actualizaciones del muro no se produce en el orden de subida sino en medio de una multitud de «últimas noticias» colectivas que dificulta su lectura relacionada no ha dejado de sorprendernos la inmediata adhesión a la segunda fotografía y a su lema (hasta el momento 32 «me gusta» y 26 veces compartida) frente a la mínima empatía con la primera imagen (7 «me gusta» y ni una vez compartida). La relación entre estas dos imágenes y las reacciones que despiertan en un medio donde la reflexividad no es muy frecuente pero en el que resulta fácil detectar pulsiones varias nos parecen, cuando meno, insistimos, reveladoras como síntoma de la operatividad y la vigencia de la cuestión y la diferencia de clase en este país.

La primera imagen despierta la intratable realidad de la situación de la clase trabajadora en este país que lleva todavía y sin resolver el peso de la reconversión industrial de finales del S. XX a sus espaldas y que sufre en este caso, el de los mineros, el ataque del Gobierno Estatal y las empresas productoras de electricidad que han decidido velar por los intereses de otros socios de los que les es más fácil obtener material de mayor calidad y más barato (producido por supuesto en peores condiciones salariales y de seguridad) y no por los de su Industria, su población y su mano de obra que si bien ya no resultan operativas en sus viejos modos de hacer pueden constituir (tal y como escuchábamos en el resumen que ya en el 2010 hiciera del conflicto minero Informe Semanal) una reserva energética para algo más de 100 años, un dato nada despreciable para un país como España con un índice de dependencia de abastecimiento de un 80%. Pero las cuestiones de rentabilidad y abaratamiento de costes pueden de lleno con la responsabilidad social frente a una parte de la población española con la que quien decide (sean números o personas) no tiene que convivir ni coincidir en reuniones sociales. La clase trabajadora no huele, no es visible y se mueve generalmente por el subsuelo (sea en la mina o en el metro); la clase trabajadora española como categoría histórica no existe. Es por esto que resulta mucho más fácil identificarse con una imagen (la segunda) limpia, sonriente, ligera y bien enfocada de quienes creen en la Utopía por parecerles increíble la realidad; intratable, quizás, nos aventuramos a pensar.

Pese a no existir, según nuestro régimen de visibilidad vigente, la clase trabajadora española, su cuerpo y el de sus familias se vuelve evidentemente presente en las calles, las autopistas cortadas y las imágenes. Es quizás el peso muerto de ese cuerpo social y afectivo el que ha impedido a muchos condenar la «violencia» con la que los mineros han contestado al ataque gubernamental y económico que están sufriendo, el que ha hecho estallar la grave censura mediática pasiva de estas últimas semanas y el que ha llevado a los que deciden (sean números o personas) a medirse en el despliegue de efectivos policiales. No resulta tan fácil llevar a cabo exhibiciones fastuosas frente a un cuerpo, el de la clase trabajadora, en lucha, en vez de alrededor de una masa pacífica concentrada en una plaza.

Seguimos pensando que una cosa es la discusión sobre la eficiencia energética, ecológica y económica de la Industria del Carbón y otra bien distitnta incumplir unilateralmente la partidas presupuestarias pactadas en el Plan General de Minería 2006-2012 para atender a otras prioriddes económicas que han quedado claramente explicitadas durante estos días como la deuda privada bancaria contraída fraudulentamente y políticas como la protección de miembros corruptos del Consejo General del Poder Judicial o de la libertad de Imputados por prevaricación en prisión preventiva. Esto nada tiene que que ver, por supuesto, con la inhabilitación de jueces que pretenden investigar dudosas tramas políticas o crímenes cometidos durante el Franquismo ni con la confinación de inmigrantes ilegales en centros de detención. Las apuestas de quien decide (sean números o personas) están claras y no dudan en combatir todas aquellas prácticas que impidan su éxito mediante la criminalización activa de quienes las pongan en práctica o la exclusión de quienes se ven implicados en los procesos de negociación tal y como está ocurriendo con la Comisión de Seguimiento del Plan General de Minería.

En la misma búsqueda de información sobre este asunto nos encontramos, también, además de con las imágenes arriba referenciadas, con un artículo del Sociólogo Jorge Moruno que tiene por título «Los 15-Mineros». En este artículo con el que en general estamos de acuerdo, el autor explica la alta eficiencia de las técnicas de lucha radical puestas en marcha por los mineros basándose en el hecho de que como grupo, los mineros, tienen un «habitus» fuertemente constituído, es decir, que su modo de vida y su actividad laboral implican no sólo una práctica técnica, sino una vivencia común, una comunidad orgánica, familiar, local, geográfica e histórica fuertemente arraigada y cohesionada que fortalece altamente su coordinación y su efectividad. Con lo que ya no estamos de acuerdo es con la crítica que Jorge Moruno hace de la «erótica del mono azúl» que sirve, según él, para reinvindicar las «luchas puras» y resucitar momias de dudosa identidad, como la de Lenin y que lleva implicito el peligro de atribuir a los mineros, como respresentantes clásicos de las luchas obreras, el liderazgo por derecho propio de la «revolución». Para sostener esta crítica se apoya en una frase de Oscar Wilde que dice » se puede admitir la fuerza bruta pero la razón bruta resulta insoportable». Si bien el objetivo del artículo no es deslegitimar los modos de la clase de lucha (de clase) de los mineros sino reinvindicar la necesidad de combinarlos con los de otras clases de lucha (de clase) como los del 15M (movimiento con el que compara a los Mineros) abogando por una «nueva racionalidad» que nos permita hacer frente al envite capitalista desde sus múltiples pilares, no podemos dejar de puntualizar que sí parece querer evidenciar, el artículo, una cierta falta de racionalidad en la fuerza bruta ejercida por los mineros. Es justamente, para nosotros, la fuerta bruta(l) desplegada por los mineros la más clara evidencia y puesta en acción de esa razón bruta(l) insoportable, profundamente arraigada en el saber hacer colectivo y en la memoria histórica de sus prácticas la que constituye, tal vez, el único modo o al menos el más potente de mantener a esa razón bruta(l) como potencia transformadora que es a salvo de los monstruos que esa otra razón mucho más ilustrada y menos bruta(l) produce en sus delirios fantasiosos (que nada tienen que ver con el pensamiento y la acción de la imaginación), esos que nos llevan a someter a este espectáculo al código de las ilusiones perfectas y nos evitan afrontar el despertar de la intratable realidad en nuestros curerpos y en los de la(s) Fotografía(s).