Hoy, la Xunta de Galicia, concretamente su Dirección de Patrimonio, con el objetivo de dotar de mayor agilidad administrativa e independencia al CGAC acaba de delegar en la figura de su director la competencia de «formular propuestas en la tramitación contable de los expedientes de gasto imputables a ese centro»; a pesar de nuestra formación jurídica, estamos todavía intentando descrifrar si en esa delegación de competencia (la de formular propuestas) está contenida alguna capacidad ejecutiva real.
Hoy, también, nos parece más pertinente que nunca la propuesta que hicimos, entre todos, hace ya dos años y que con vuestro permiso, recordamos aquí:
Propuesta_
La situación actual del CGAC es que es un centro de arte contemporáneo, aunque contemporáneo y fundado con el objetivo de promover, difundir y dinamizar las corrientes artísticas y tendencias de creación contemporáneas en Galicia, constituído y regulado en su funcionamiento (fines, valores y estructura orgánico-funcional) como un museo en su versión más clásica, conservadora e institucional. Un concepto de museo, utilizado erróneamente para el CGAC, más propio de una época moderna pasada que de la contemporaneidad en la que vivimos, orientado hacia la conservación del patrimonio y a la manutención de su colección en vez de estar dirigido como centro de arte contemporáneo que es a la producción, a la investigación, al desarrollo y a la promoción cultural contemporánea múltiple de Galicia.
Un centro de arte contemporáneo con un concepto de museo decimonónico que parece, a tenor de su planteamiento, no haber conocido y desde luego no haber atravesado la crisis de esa modernidad a la que parece pertenecer ni la de su pensamiento ingenuo-progresista generador de políticas identitarias, homogeneizadoras y hegemónicas que entendían el arte como una producción esteticista y formalista hecha para la contemplación, expresión sublime de la genialidad del autor, producción desvinculada de su receptor y de su propio contexto histórico, geopolítico, corporal y vital, que asumía además la institución como un aparato estatal de control y normativización de las distintas construcciones culturales.
El CGAC deberá atender a su naturaliza de centro en sus fines, valores, objetivos y sobre todo en su estructura interna orgánico-funcional si pretende ser algo más que retórica abstracta para su cultura de base.
La perversión generada por este tratamiento de un centro contemporáneo de arte como un mueso de estas características es que nos enfrentamos con un claro trastorno y vaciado del propio centro que lejos de ser un espacio de desarrollo, conocimiento, producción y fomento del cuerpo artístico y social contemporáneo gallego, invisibiliza y desactiva –paradójicamente- la realidad que pretende exhibir.
Tendrá que responder el CGAC, a la definición de un centro de arte del S.XXI con igualdad de oportunidades y mismo lenguaje, discurso e idioma-en-relación-y-traducción que los otros centros locales, nacionales e internacionales con los que tendría que estar dialogando, discutiendo, colaborando y trabajando como el CCCB de Barcelona, la parte de Centro que es el MNCA Reina Sofía, el Centro de Arte y desarrollo industrial La Laboral en Asturias, el CENDEAC en Murcia, el CAC en Málaga, la parte de centro que también tiene el Museo-Centro Artium en el país vasco, el P.S.1 Contemporary Art Center en New York o cualesquiera otros centros de arte contemporáneo europeos, latinoamericanos, australianos, de los países del este, de oriente, africanos o de los países árabes.
Un centro orientado a la comprensión, a la interpretación práctica y teórica comprometida, es decir, al agenciamiento, a la reflexión y debate, al apoyo, a la difusión, al desarrollo y a la producción de trabajo artístico, líneas discursivas, capacidad crítica, conocimiento, valor simbólico, económico, cultural, social y turístico propio de la Galicia contemporánea (en relación con la histórica) y de su específica posición en la globalidad.
En su falta de posicionamiento contextualizado, de canales de acercamiento, participación y puesta a disposición de medios, según las necesidades reales de la contemporaneidad gallega artística y social el CGAC, como institución sin autonomía de decisión, se convierte en un aparato de poder de la administración pública en su más pobre significado. Una máquina institucional de control que en su producción de saber secuestra y desmiembra el cuerpo de trabajo común de sus agentes culturales (artistas, galeristas, ciudadanos, estudiantes, técnicos, etc.), su deseo y su capacidad de acción para exponer y coleccionar sus trozos como objetos inertes y aislados.
Producción de excedentes objetuales desposeídos de toda su potencialidad transformadora. Capitalización del valor simbólico del cuerpo/corpus de los creadores, colaboradores y empleados de la institución sin las más mínimas condiciones de transparencia para garantizar la retroalimentación de ese cuerpo/corpus de trabajo creativo, social y cultural gallego con los beneficios producidos por su propio esfuerzo.
Esto sucede, para empezar, porque el CGAC en contra de lo que aconsejan las buenas prácticas del sector cultural y lo que muestran los organigramas de otros centros más experimentados y experimentales no tiene una personalidad jurídica propia que le permita tener una operatividad funcional y capacidad de decisión propia.
El CGAC depende orgánica y funcionalmente de la Xunta de Galicia y de su Dirección General de Patrimonio. Su órgano rector es el Patronato. Este patronato está diseñado como un órgano de control con todo el poder unilateral de aprobar y definir el contenido de todas las decisiones necesarias para el normal desarrollo y eficiencia del centro. Este patronato, en pleno –que se reúne trimestralmente- está compuesto por 7 vocales natos de los que 4 son cargos políticos y de 8 a 14 vocales designados directamente por la Xunta de Galicia a propuesta del Conselleiro de Cultura y Turismo y, en comisión permanente – que se reúne cada 30 días- por 4 de los cargos políticos, el director del centro, el gerente y de 2 a 4 de los vocales designados elegidos por el pleno.
Es habitual, necesario y recomendable que la administración pública forme parte de la organización interna de este tipo de centros pero normalmente, tiene funciones de apoyo económico y poder de decisión sobre la gestión funcional y administrativa del centro. En esta caso el modelo de organización interna del CGAC asegura a la Xunta de Galicia a través de su Consellería de Cultura y Turismo y por lo tanto a los intereses del partido gobernante en cada legislatura el control absoluto y el conocimiento a priori de todas las decisiones técnicas, de programa, de criterios expositivos, de colección, de planteamientos teóricos, de publicación de contenidos, de adquisiciones de fondos bibliográficos y de colaboraciones con agentes y comisarios externos, literalmente así enumeradas en la disposición reguladora del centro Decreto 326/1996 de 26 de julio.
La inoperancia y la poca agilidad de gestión del centro parecen a la vista de lo anterior la menor de las urgencias.
La necesidad de informar a priori, obligación del director del centro por decreto regulador y con la garantía de control de que el gerente debe informar todavía antes a la Consellería de Cultura de las intenciones de propuesta del director a la misma, supone además de un férreo control político del contenido del centro la necesidad de planes fijos que vuelven a necesitar de la aprobación del poder político para cualquier modificación posible. La información y transparencia tienen además en este caso un único recorrido, del CGAC a la Xunta. Debería además de rebajar su carga, desplegarse esta necesidad de transparencia (más que de información y control) revertiendo también en la ciudadanía y la cultura de base gallegas.
Un centro como el CGAC que adolece de no conocer, en el sentido más bíblico, a su realidad artística contextual específica, a sus agentes y a sus necesidades y que depende por este motivo, exclusivamente del conocimiento del medio artístico que tenga su director ¿cómo va a fijar planes de acción fijos y previos a la elaboración de la investigación sobre su propio campo? En todo caso dependerán, estos programas, -como decíamos- del valor personal de su director que depende absolutamente a su vez de la confianza política depositada en él, aunque exista – habría que ver qué condiciones de existencia viable tiene- un concurso público “internacional” previsto para su selección.
A todas luces, y sombras, parece necesaria una reestructuración del organigrama interno del centro. Una reforma orgánica y funcional, previo estudio y debate de la estructura interna del CGAC, de sus órganos rectores, del Patronato, su comisión permanente, los procedimientos de nombramiento de sus vocales y la relación de éstos con el director y el gerente del centro y de ellos dos entre sí, así como la naturaleza y tipo de decisiones que cada uno de estos órganos debe tomar y la relación con y entre los departamentos internos dependientes actualmente del director del centro y su régimen de contratación laboral.
El CGAC, debería tener una personalidad jurídica propia.
Un modelo posible sería el de Agencia Estatal establecido por la Ley 28/2006 de 18 de julio, de Agencias Estatales para la mejora de los servicios públicos que les prevé personalidad jurídica pública, patrimonio propio, autonomía en su gestión, mecanismos de autonomía funcional, responsabilidad por la gestión y control de los resultados establecidos en la propia Ley. Esta Agencia tendría un director y un consejo rector formado por los diferentes representantes territoriales de la administración pública, su director, el secretario y representantes sindicales de los trabajadores.
Si bien una transformación radical no fuese posible, otra vía de reforma es que el patronato, sin dejar de existir, tuviera una composición más plural y con menos carga política. De hecho sería conveniente crear otro tipo de órgano para la intervención de la administración pública como gestor administrativo , que es lo que es.
Una participación de la administración pública que englobaría a todos los niveles territoriales implicados: al municipio, al ayuntamiento, a la/s provincia/s a la comunidad autónoma y al ministerio pertinente, este órgano de titularidad pública debería tener reservadas las decisiones relativas al funcionamiento administrativo así como las presupuestarias, en relación, exclusivamente, con los fondos públicos aportados por ella, que una vez aprobados deberían ser competencia exclusiva del centro y de su equipo
interno, con el debido y normal cumplimiento del deber de información, de transparencia y seguimiento público de la legislación vigente.
Este órgano existiría junto con otros de composición privada y empresarial diferenciando entre grupos empresariales que aporten fondos privados al centro y asociaciones con aportaciones de particulares. Así mismo se constituiría en relación funcional con estos órganos, por ejemplo, en el seno de un consejo donde se tomarían las decisiones que afecten a los planes, objetivos, finalidades y programas del centro, un equipo directivo plural repartido por áreas y departamentos que prevea canales de participación efectiva y operativa de sus trabajadores. Este equipo directivo estaría sujeto a criterios públicos y técnicos en la selección de su personal.
Proponemos, además de esta reforma interna un cambio radical de prioridades.
Cambiemos el orden de prioridades: la prioridad no es llenar el CGAC de un contenido externo y exterior aportado por un programa estrella a propuesta de los candidatos a la dirección del centro, sino pensar una estructura interna para el CGAC que posibilite la operatividad de sus programas y planes de acción y sobre todo su perdurabilidad más allá de la duración del cargo de director ya que es precisamente esta estructuración interna del centro y su definición y planteamiento la que adolece y provoca las problemáticas que estamos encontrando, no las políticas de acción de sus directores pasados o actuales, sin negar en cada caso sus responsabilidades.
El CGAC necesita pensarse a sí mismo como estructura, dispositivo expositivo, productor de conocimiento, empleo y valor y pensar la relación que tiene con los agentes culturales que le proporcionan contenido y significado.
No podemos seguir pensando que un centro como punto dentro de una estructura cualquiera está exento de las relaciones múltiples y del ejercicio y luchas de poder implícitas a todos sus elementos. La actual configuración del CGAC dice de sí misma que así lo cree pues habla de un “espacio de difusión con la función de dinamizar el panorama artístico contemporáneo gallego”. El uso de la palabra panorama lleva ya implícita una determinada posición de enunciación: la de un punto de vista privilegiado y externo que tiene capacidad de visión jerárquica sobre un campo concreto.
Un punto de vista neutro, externo y jerárquicamente privilegiado no es ya un lugar legítimo de visión ni de análisis, ni de conocimiento en ninguna de las facetas de nuestra realidad contemporánea ni tan siquiera en la de la histórica objetividad del conocimiento científico.
En nuestra realidad sabemos ya que los puntos de vista, conocimiento, producción y organización tienen una naturaleza relacional, compleja y múltiple totalmente partícipe de las relaciones entre los agentes que la configuran.
Estamos situados, si no cambiamos este punto de vista y este lugar de enunciación, en un planteamiento y en un espacio público (nuestro centro de arte contemporáneo) propios, como decíamos, de siglos anteriores y susceptible de producirnos, cuando menos, una profunda esquizofrenia, una inoperatividad de nuestras herramientas estéticas y un exilio (individual, colectivo, emocional y territorial) de nuestro deseo y con él de nuestro cuerpo y de nuestros afectos.
Para transformar esta situación, poder realizar la potencia real de este cambio de planteamiento y dotarlo de materialidad es necesario establecer un marco concreto de acción para el CGAC.
Ello supone en primer término dibujar un mapa de su contexto y poner sobre ese mapa los calcos que las diferentes líneas de investigación de por ejemplo, el consejo de la cultura gallega, los diferentes departamentos de las universidades, las asociaciones, los usos del centro de los ciudadanos, los investigadores, críticos y artistas están produciendo con su trabajo científico, técnico, estético, teórico, social y político.
Cómo: Invitándolos a trabajar de forma relacionada e interdisciplinar, disponiendo para ellos espacio, tiempo y recursos económicos para la articulación común de sus conocimientos y producciones y atendiendo a sus inalienables condiciones básicas de trabajo: remuneración y recursos. De lo contrario estaríamos precarizando a estos trabajadores, cooptando y capitalizando la plusvalía de su trabajo, que es el riesgo fundamental que corre el trabajo creativo en este sistema de capitalismo cognitivo del que formamos parte. Estas condiciones de trabajo deberán aplicarse a todos los agentes y personas que aportan su trabajo material, intelectual y/o creativo al centro.
Cartografiar y limitografiar la contemporaneidad cultural que el centro pretende exhibir, dinamizar, promover y apoyar es un ejercicio ineludible para el CGAC.
Su total delegación en el conocimiento que del medio artístico tenga su director tal como propone la Xunta en las bases de la convocatoria al concurso para la provisión de su puesto es no sólo inaceptable y de raíz inoperativa si no que es un claro abuso de sus funciones y capacidades al depositar un trabajo público, colectivo y de titularidad y beneficio común en los méritos y trabajo de una sola persona funcional y orgánicamente sometida al control de la administración pública.
Proponemos pues la creación de una comisión interdisciplinar y plural de investigación y cartografiado de la contemporaneidad cultural gallega, capaz de diseñar procedimientos específicos de toma de decisiones colectivas capaces, también ellas, de integrar los conflictos, diferentes planteamientos y niveles de complejidad reales sin reducirlos a ridículas y drásticas tomas de decisiones unilaterales o por mayoría de un órgano con voto mayoritario asegurado, dada la naturaleza y método de selección de sus miembros. Esta comisión de investigación trabajaría en relación no jerárquica sino de especialización funcional, de dependencia y autonomía junto con el equipo directivo del centro.
Esta labor previa de investigación, contactos y presentaciones recíprocas es la única manera posible de que el centro mismo pueda encontrar su posición y definición propia, material, orgánica y funcionalmente ensamblada con el engranaje de su contexto en un marco geopolítico concreto a definir según los resultados de esa cartografía inicial y continua.
Un precedente de este trabajo, aunque sea insuficiente y con el problema que antes planteábamos de depender exclusivamente de decisiones unilaterales, en este caso de su comisariado, podría ser Proxecto Edición, en cuanto intento de impulso a la producción de obra al que le faltaban unos criterios de selección más amplios, articulados y transparentes. Este proyecto, junto con el intento de comenzar a construir un archivo de las prácticas artísticas gallegas contemporáneas que fue Espazo Documental – al que le faltó una primera fase de espejo de lo que está sucediendo en Galicia, antes de pasar a la fase de criba- creemos que deben integrarse en el plan de acción interna del centro como principal tarea de un departamento de archivo y documentación en continua relación con el departamento de investigación y de programas públicos, todos ellos de nueva creación.
Por lo que respecta al programa del centro para los próximos cinco años, este debe no sólo atender a la programación de “exposiciones representativas de la creación local, nacional e internacional”, que también, sino a la articulación de unos criterios expositivos y a la construcción de unos discursos propios que puedan mantener vivas, activas, deseantes y comprensibles para sus diferentes públicos esas exposiciones “representativas” así como a implementación de unos programas públicos que comprendan líneas de investigación (que definirían las líneas discursivas del CGAC según sus puntos de interés en la cartografía geopolítica generada) formación y educación (profesional, teórica y práctica según las necesidades de los diferentes usuarios/públicos/trabajadores), mediación con sus públicos (que habrá que reconocer y escuchar) producción de saber (publicaciones, seminarios, workshops, conversaciones y toda su documentación y archivo) producción de valor (social, de conocimiento, simbólico, político, económico y turístico) y producción de obra artística (financiación y apoyo a la producción artística) mediante el debate, la escucha y la reflexión plural sobre/con/desde las diferentes construcciones culturales contemporáneas gallegas, locales y globales.
Porque:
• ¿Cuál es esa representatividad de la identidad gallega que el CGAC exige de sus programas y exposiciones?
• ¿Es posible dar por consensuado y fijo un concepto como la identidad, de naturaleza cambiante y sin una clara comprensión ni una suficiente multiplicidad que reconozca las diferencias de y entre todos nosotros?
• ¿Es sostenible hoy en día –teniendo en cuenta que el hoy de los abuelo/as, los agricultores/urbanitas, los niños, los artistas/profesionales, trabajadores, es diferente para cada uno de ellos- mantener un concepto neutro de la representatividad y de la representación?
Toda representación está mediada por el lenguaje (material, social, económico…) No existe una representación directa ni de un yo ni de un objeto de investigación ni de un objeto/sujeto de representación artística. Desde el pensamiento teórico y la práctica artística posterior a la II Guerra Mundial, lo sabemos.
En este punto se hace necesaria la aceptación de la creación de un relato múltiple, de multiplicidad de relatos, lejos de las dinámicas del relato único, hegemónico y homogéneo que parecen promover y asegurar los actuales objetivos estatutarios del CGAC –que no los de su director o directores anteriores- al exigir, por ejemplo, una exposición ordenada de sus fondos en condiciones adecuadas para su contemplación y estudio y requerir de la aprobación del poder político para su modificación.
Lo anterior es un concepto muy pobre y peligrosamente reduccionista de lo que puede ser la lectura que todos nosotros, usuarios del centro, podríamos hacer del significado y del cuerpo material del contenido expuesto en el CGAC.
Una lectura múltiple y abierta que tendrá en cuenta la relación de las diferencias internas de cada uno de nosotros y de nuestros lugares y posicionamientos. Una lectura que deberá permitir y fomentar la puesta en juego de nuestro imaginario, de nuestra autorepresentación y la de nuestro mundo local/global, en definitiva, una lectura activa total: la de los diferentes públicos según sus necesidades, competencias y asunción de riesgos.
Porque ¿qué interés tiene el poder de decisión sobre el orden del relato de nuestra representación que se reserva el Patronato del CGAC? Sólo hay que acudir a las reflexiones sobre la institución y las formas de gobernabilidad trabajadas a partir de los sesenta: la oportunidad de ordenarnos a nosotros, nuestras ideas, nuestro trabajo y nuestros cuerpos.
En lo que respecta a las relaciones del CGAC con sus públicos, la medición es un trabajo que comienza estableciéndose como parte de los objetivos del centro en función de las políticas de democracia cultural que deberían regir la institución.
Además de las líneas tradicionales de accesibilidad, puesta en conocimiento, comunicación, actividades y difusión mediante publicaciones, las estrategias que actualmente se enmarcan en las líneas de trabajo de un centro de arte público con una operatividad contemporánea exigen una adecuada segmentación de los públicos y un tratamiento de los mismo en calidad de usuarios activos, no sólo de visitantes pasivos. De tal forma, los objetivos clásicos se amplían al fomento de la involucración participativa de los diferentes públicos/usuarios en las distintas áreas de trabajo del centro de forma bidireccional: los públicos entran y participan del centro, el centro sale al escenario social.
Para establecer las estrategias adecuadas a estos objetivos, es fundamental un trabajo de estudio cuantitativo y cualitativo de los diferentes públicos según su interés, contemplando sus divergencias culturales y sus formas/necesidad/deseo de consumo y participación cultural, que permitan un tratamiento adecuado y específico de los mismos según categorías útiles y representativas.
Es importante recordar que el objetivo más destacado de esta mediación, además de mostrar y transmitir conocimiento, es la disposición y disponibilidad adecuadas para mantener activa la capacidad transformadora del arte en la experiencia del usuario. Para conseguir este objetivo fundamental, es necesario abrir no sólo lo expuesto, si no también el trabajo de investigación estableciendo líneas de vínculo social y cultural con los públicos: programas públicos segmentados, actividades educativas, formativas, participativas y lúdicas; desarrollar una adecuada tarea de traducción “del gallego al gallego”, adaptando textos, diseños expositivos y programas públicos a los diferentes públicos y estableciendo objetivos concretos para cada línea de programación, utilizando herramientas digitales de comunicación y participativas no sólo para transmitir, emitir o reproducir, también para permitir la involucración y, muy importante, para escuchar.
Estas son sólo algunas consideraciones para la mediación de un centro cultural con sus públicos siguiendo pautas de planteamiento de objetivos y estrategias de actuación ya desarrolladas en las principales centros de arte y museos nacionales e internacionales. En el caso del CGAC, es necesario un aterrizaje específico atendiendo a detalles y necesidades concretas que se desprenderás del estudio imprescindible ya mencionado.
En relación con los fondos artísticos del CGAC, su decreto regulador, además de su composición dispone lo siguiente: “La colección tendrá una estructura dual en la que la colección de arte gallego permanecerá en diálogo constante con los fondos de arte nacionales e internacionales.”
Creemos que es del todo insuficiente e inapropiada la estructural dual como criterio para exponer, adquirir y sobre todo, conceptualizar el posicionamiento de las obras de arte gallegas en la colección. No es cuestión menor, ya que esa estructura será la que indique cómo representamos, nosotros, nuestro posicionamiento en el contexto nacional e internacional. La puesta en relación local/global se articula sobre presupuestos mucho más complejos que los dialécticos binarios. La multiplicidad de esta exige un planteamiento técnico específico.
De la misma forma, la relación con el exterior no puede realizarse a través de la alternancia dual (gallega/nacional/internacional) de exposiciones dispuestas como muestras zoológicas estáticas. La complejidad de esta relación debería ser fruto, múltiple, de intercambios profesionales, relaciones, colaboraciones discursivas y de investigación recíprocas con otros centros, lugares y cuerpos artísticos y de creación contemporánea vivos, activos y deseantes y no sólo con su producción aislada de todo su contexto geopolítico vital.
Esta es, percibimos, la única manera posible y posibilitadora de representar y representarnos, es decir, de comprender y capacitarnos para transformar nuestras relaciones y posicionamientos en el contexto, tal como nos lo muestra el trabajo de vidas enteras dedicadas a la investigación y creación de sistemas conceptuales y estéticos útiles para la comprensión y asunción de esta cuestión concreta (M.Foucault, J. Rancière, B.H.D. Buchoh, G. Deleuze, G. Agamben, S. Sontag, R. Jauss, J. Austin, A. Badiou, F. Guattari, J. Derrida, J.F. Lyotard, P. Bourdieu, E. Jâbes, M. Montaigne, Stendhal, H. Cixous, Cezanne, A. Warhol, R. Patiño, A. Rimbaud, E. Ferrer, A. Artaud, X. Torres, R. Barthes, C. Oroza, M. Borja-Villel, E. Macías, Rompente…) de contradecirlos, argumentemos, por lo menos.
No podemos seguir manteniendo por más tiempo nuestro centro de arte contemporáneo sobre un vacío fantasmático lleno de afasias, negaciones, indiferencias teóricas, científicas, técnicas, económicas, arquitectónicas, sociales, profesionales, filosóficas, imaginarias, políticas, representacionales y artísticas.
Lo que está en juego, en estas cuestiones, no es un reducto artístico elitista o de éxito y reconocimiento profesional y social, ni tan siquiera una pieza “política” de interés ni un generador de beneficios económicos a través del turismo y de su inserción en el actual capitalismo cognitivo de nuestro siglo, que también, si no que lo que está en juego es nuestra capacidad estética como herramienta de comprensión, producción, transformación, reconocimiento, vínculo, ensoñación, crítica, supervivencia y representación de nuestro propio mundo y de nosotros mismos, de nuestros procesos de subjetivación gracias a los que podemos reconocer qué elementos culturales conforman nuestras propias construcciones y múltiples relatos vitales, así como las representaciones y por lo tanto capacidades de comprensión y transformación de nuestros trabajos, de nuestro deseo, de nuestro espacio público, de nuestros pueblos y ciudades; de nuestro presente.