Archivo por meses: May 2011

Crítica de la crítica I

Hemos decidido abrir una nueva sección en el blog: Crítica de la crítica, en la que haremos una breve visión crítica de otros y estos trabajos críticos. Esta es pues, la primera, vamos allá:

Hemos leído la crítica de David Barro sobre la exposición de Martin Creed, Obras, en el MARCO de Vigo, «El desafío lúdico de Martin Creed» que podéis leer aquí:

http://www.elcultural.es/version_papel/ARTE/29244/El_desafio_ludico_de_Martin_Creed.

En su mirada, el autor apuesta por rebajar los ánimos críticos de quienes ven en el trabajo de Martin Creed poco más que un chiste encuadrándolo historiográficamente en la línea de la desmaterialización objetual, el work in progress y el desafío de lo lúdico entendido como una llamada al abandono de la pasividad que se supone secuestra al espectador del arte más plástico, tal y como denunciaba en su día (años 70) la estética de la recepción.

Para exponer ese desafío de lo lúdico, Barro, explica el chiste como aquella economía de la información que en reserva de la sorpresa por el acontecimiento que ha de venir escatima en el empleo de medios y de explicaciones y apela a la falta de tiempo y memoria para que éste (el chiste) sea asimilable y aceptado como convención. Es decir, se consolide como cliché.

(Nos)otros entendemos el chiste, en su variedad de gag entre otras, no como cliché sino como mecanismo desnaturalizador utilizado en su día como desafío lúdico por el ecléctico estilo barroco, la performance iniciática de las vanguardias en los años 20, el teatro más radical de los años sesenta, las propuestas más de(s)generadas de las luchas de género durante los setenta, las generaciones más provocadores de la producción artística británica de los noventa, y las estrategias estéticas y conceptuales de las más radicales resistencias políticas latinoamericanas durante las dictaduras del SXX.

Cuando nos referimos a que entendemos el chiste como mecanismo desnaturalizador y no como cliché (en su acepción cinematográfica, incluso; referencia que cita Barro en su texto) nos apoyamos en la definición científica (no por ello más verdadera) que ve en el chiste ya sea una acumulación de significado (reprimido) que aflora a modo de síntoma ya sea como la substitución que supone un nuevo significado de otro significado (reprimido) cuya distancia entre uno y otro genera una dislocación que generalmente produce la carcajada como efecto de las leyes del placer y el displacer. Es decir, el chiste es por acumulación o dislocación de significado un mecanismo lúdico del que nos dota nuestro inconsciente para enfrentarnos a lo real; aquello que si miráramos de frente nos quemaría en su intensidad.

Por todo esto, el chiste, ha sido empleado tan efectivamente, como decíamos, como mecanismo desnaturalizador, es decir, desmantelador de aquellos lugares comunes que nuestra apreciación del mundo y de nuestro entorno cultural nos ha llevado a creer como naturales o históricamente inamovibles mediante, ahora sí, el transcurso del tiempo y la memoria.

Y por todo esto, también, pensamos que el desafío de lo lúdico o del chiste es, en vez de contener el aire en ese espacio del arte y convivir con ello definitivamente, tal como propone el autor del texto, el siguiente:

Una vez que el artista Martin Creed nos da a ver ese aire (envuelto en látex azúl en esta ocasión) sea como hinchazón de algo contenido (no visible) o como substitución de otra realidad (nuestra cotidianeidad), hacer corriente y ventilar para que no se enrarezca en su condición de reprimido (no racionalizado) y seguir disfrutando lúdicamente y como por sorpresa de nuestros síntomas como si fuera la primera vez y convivir con ello libres y no contenidos, definitivamente.

Estais preparados para la televisión?, en el CGAC, esa Chambre d’Amis.

Antes de comenzar con un nuevo «Hemos estado» sentimos la necesidad de aclarar que:

Hemos pasado una semana de profunda crisis crítica, política y personal por el hecho de que el hecho de posicionarnos críticamente frente a las políticas de nuestros centros culturales públicos aquí en Galicia sea (entendido como) un enfrentamiento al trabajo de profesionales que, en ningún momento cuestionamos en cuanto a su valor y su criterio estético; sí, sin embargo y radicalmente, en cuanto a su oportunidad, su producción de significado y su falta de articulación y conexión con su contexto geopolítico y profesional; lo que no supone en ningún momento una carga crítica contra un elemento vulnerable, al contrario es muestra del profundo convencimiento de que aún en las más precarias condiciones económicas (dentro de su estatus social) nuestro Centro Gallego de Arte Contemporáneo tiene la capacidad y los recursos necesarios para emprender ese proyecto común al que todavía no se ha asomado.

Pasado el traspié y sentida la profunda violencia que la falta de proyectos y programas culturales articulados en sí y entre sí y la apuesta por iniciativas personalistas (por no integradas en un proyecto estable, museológico e impersonal a largo plazo) en busca de reconocimiento puede llegar a ejercer sobre todos nosotros, trabajadores culturales, no hemos podido evitar, una vez más, hacer aquello que sabemos y podemos hacer: aprender a leer su (en tanto no sea nuestra – de todos nosotros-) producción de significado y abrirla a relación.

Vamos, pues.

Hemos estado la semana pasada en la inauguración de la exposición Estáis preparados para la televisión? comisariada por Chus Martínez y producida en colabración por el MACBA y el CGAC. Intentaremos mantener el doble hilo argumental de esta experiencia tan disociado como lo hemos vivido en tanto experiencia expositiva por un lado y experiencia social por otro.

La experiencia social

En el CGAC, el día de la inauguración había muy poca gente. No hubo apoyo institucional ni político. El director del Centro junto con su equipo, seis artistas, un crítico, un coleccionista, un editor y comisario independiente con su equipo de colaboradores y becarios, tres galeristas, dos representantes del Máster en Arte, Museología y Critica contemporánea de la USC, un colectivo de intervención cultural, un importante productor audiovisual que expondrá inminentemente en el centro, un representante de AGADIC, un montador y su equipo y tres profesionales del audiovisual gallego por lo que respecta a la comunidad artística profesional moviéndose entre una docena más de invitados. Chus Martínez, la comisaria de la exposición no acudió a la inauguración.

Dimos una pequeña vuelta por la exposición para dejarnos fascinar por el espectacular montaje y volvimos al espacio de la cafetería para tomar un vino; tras un par de copas y varias charlas y saludos a uno de nosotros le invitaron a subir a la cena privada que en cada inauguración se organiza en la Sala del Patronato del CGAC. Allí estábamos de nuevo, un número mucho más reducido de miembros de la comunidad artística profesional cenando más y mejor de lo que habíamos podido cenar abajo, en el cocktail de inauguración abierto al público. Recordábamos, estas cenas-encuentro privadas de otras épocas, como una excusa para el encuentro social pero sobre todo el intercambio profesional en un ambiente más distendido. En esta ocasión y salvando un par de excepciones, curiosamente académicas, lo que allí se dió fue una reafirmación bastante endogámica, por cierto, de las diferentes posiciones de poder que se han establecido hace tiempo ya en el ámbito artístico regional. Curiosamente ninguna mujer ocupaba ninguna de esas posiciones. Otras sí.

La cena, buenísima, terminó con la queja explícita pero íntima y la tristeza evidente del director del CGAC lamentando la poca asistencia, el arduo esfuerzo que había supuesto la exposición, las dificultades de su recepción y la falta de entendimiento y reconocimiento por parte del contexto social y profesional. A partir de aquí no pudimos sacarnos de encima un sentimiento radicalmente desagradable. Nos explicamos: pese a entender el evidente desánimo que en estos tiempos pueda acuciar al director del Centro y sobre todo al Centro mismo en relación a sus reducciones presupuestarias; que además, como un día nos dijo una afamada galerista para la que trabajamos, cada inauguración es como el día de tu boda y para ella has de tener desde la mantelería hasta el menor detalle perfectamente preparado, con las expectativas que eso conlleva; y que el desinterés del otro pone en duda el valor de uno… no podemos dejar de pensar que lo que tanto entristece al CGAC y a su director es objeto de un fácil y ya manido análisis que nos negamos a creer que no haya capacidad de hacer. (Nos)otros hacemos el trabajo:

Mientras todo un sector profesional artístico está atravesando un durísimo momento sin contar con el apoyo, los medios ni los recursos de su único centro de arte contemporáneo autonómico (más allá de los artistas que «ellos» consideren que «merecen» ser apoyados, tal y como decía el director del MARCO en una reciente entrevista) que hasta el día de hoy carece, además, de un plan director, de programación y de contenidos capaz de generar infraestructuras básicas, relaciones de trabajo operativas y tejido estético, simbólico y cogntivo real, el director de ese mismo Centro se lamenta en una cena privada dentro del espacio público (lo que no deja de suponer una división más de lo sensible, siguiendo a Ranciere) por la falta de apoyo a una exposición de tesis (que sí tenía sentido dentro de las líneas discursivas y de análsis cultural del MACBA ) en un centro sin programa público de investigación, totalmente desvinculada de sus otras apuestas, de la que no se ha hecho ningún esfuerzo de acercamiento a la comunidad artística ni mucho menos a la sociedad civil gallega. No encontramos otro adjetivo para la desagradable sensación que hemos sentido más que el de obscena, etimológicamente aquello que ocurre fuera de escena (nunca mejor dicho).

Continuamos la noche, como de costumbre, en los mismos locales de siempre sin conseguir librarnos de esa extraña sensación de obscendidad y no pudiendo dejar de sentir pese a lo poco queer que hemos sido siempre, una fuerte, pesada, múltiple y generalizada presencia blanca, burguesa, heterosexual, europea y patriarcal.

La experiencia expositiva

Hemos vuelto, al día siguiente, a ver la exposición. La conocíamos a través de la web del proyecto que no hemos encontrado referenciada en ningún lugar en esta ocasión y seguimos profundamente interesados en este exhaustivo y riguroso trabajo de investigación sobre la presencia de la televisión en nuestra construcción cultural, su relación con la producción estética y de pensamiento, su producción nunca objetiva y siempre intencionada, de siginificado y nuestra posible relación con ella como espectadores, consumidores, artistas, filósofos y ciudadanos.

Hemos abierto la cortina de la entrada y nos hemos sentado en el primero de los diez escenarios-plató específicamente diseñados para esta exposición, dedicado en este caso al Dead Air, aquellas situaciones en las que un fallo técnico en la emisión hace partícipe al espectador del aparataje técnico y otras custiones de las que no era consciente. Cada uno de estos escenarios abarca un núcleo temático, está construído a modo de set de suelo y paredes blancas en el que hay un par de hileras de sillas, un dispositivo especialmente diseñado para la exposición que consiste en una gran pantala construída en cristal oscuro montado sobre una gran caja negra que le sirve de fondo y desde la que se retroproyecta, llamado Gran TV y uno o dos monitores en los que de forma individualizada se pude consultar un pequeño archivo de programas televisivos relacionados con la propuesta temática.

De lo primero de lo que nos damos cuenta al sentarnos en el set Dead Air es de que no sabemos si por un fallo técnico o una premeditada desnaturalización llevada a cabo a través del montaje de la exposición, cuestión que aborda y plante la comisaria en su texto de introducción, cuando uno se sienta frente a la gran pantalla construída con cristal oscuro de la Gran TV la luz que entra por la contina que se deja atrás convierte la pantalla en un espejo sobre el que se hace dificilísimo por no decir imposible percibir la imagen.

Nos esforzamos más, para poder ver la pieza de Godard «Hard and Soft talk betwen two friends» que nos comienza a emocionar profundamente pero al concentrarnos en los subtítulos, vernos reflejados junto con el mobiliario en la pantalla y perder por momentos de transparencia total el contenido de la imagen casi nos da una crisis de desintegración subjetiva. Como dispositivo de recepción artística, el montaje es digno de los más radicales dispositivos de interrupción y desnaturalización brechtiana; no sabemos si intencionadamente o no. Aún con todo el deseo de nuestra parte, se nos presentaba difícil el visionado de las ochenta horas de tv que se exponen en el CGAC.

En la misma pantalla escuchamos, profundamente asombrados por cómo cuando algo es se manifiesta, las palabras de Daniel Buren al explicar una de sus intervenciones en el Museo Ghent en la que reproducía la decoración realizada en la casa privada de unos amigos, para el museo, jugando así con el concepto de lo público y lo privado: «el museo es un espacio público, no una Chambre d’Amis«. Nuestra extraña sensación obscena del día anterior, cobraba ahora todo su sentido y por fin desaparecía. Incluso ganamos argumentos de análisis para reflexionar sobre la nueva habitación del «Hotel MARCO» en Vigo; ese pequeño espacio anteriormente dedicado a propuestas artísticas experimentales.

En uno de los monitores situado al lado de la Gran TV, todavía en la zona Dead Air intentamos ver alguno de los programas seleccionados, concretamente uno de Samuel Beckett. Es una pena que nuestras clases de alemán, hace años, no pasaran del nivel básico porque están sin traducir, los programas.

Hemos continuado por los siguientes sets temáticos y sus respectivas programaciones: Els noms de Crist (una serie producida por el MACBA y dirigida por Albert Serra) El bromista insaciable, La televisión como un lugar específico, Una tribuna por ocupar, What’s my line, Quien soy?, El matrimonio grecolatino: visión de largo alcance, La televisión como reino o el reino de la televisión, El impacto de lo nuevo, On Tv el espíritu de la mímesis y Televisón y política.

Al problema de los reflejos durante el visionado se le unía ahora el del contagio del audio. Hemos estado a punto de perturbarnos profundamente, pero la experiencia de acercamiento al contenido aunque físicamente bastante imposibilitada, nos sigue mereciendo la pena. Si no tenéis pensado pasar ochenta horas este verano en el CGAC podeis ver el trabajo de Chus Martínez en la página web del proyecto http://twmacba.tumblr.com/ o consultar la publicación específica realizada para la exposición, aquí..

Hemos llegado a casa y ya a la luz artificial hemos leído los textos de la comisaria así como los de otros artistas y pensadores invitados a participar en la publicación arriba referenciada y hemos pensado que:

Realmente esta exposición, en cuanto a los dispositivos de montaje y recepción de la obra es una de las más radicalmente duras de las que hemos participado como experiencia. Ahora creemos que, el efecto espejo, la mezcla de audios, la desorientación y la desdimensión ayudan al discurso que la mueve, a la exposición y a la televisión y consigue crear en (nos)otros ese efecto de extrañeza que Chus Martínez en colaboración con artistas como Dora García o Isidoro Valcárcel ha logrado poner en marcha para con ello conseguir que aún de la manera más desapacible posible, uno pueda entrar en esa «zona oscura» que le permite dejar de estar fascinado con las luces de su propia época y tal como proponía Agamben ser radicamente contemporáneo en la distancia inevitable que uno toma respecto a su propio tiempo y lograr vislumbrar, como por accidente o fallo técnico de la emisión ese «precursor oscuro» (como también lo llamaba Agamben en su magnífico texto «Qué es ser contemporáneo?») que precede siempre al fugaz y dificilmente invocable relámpago que nos permitirá tener esa visión de largo alcance que nos capacitará para construír y entender «nuestro tiempo», esa tele-visión.

Lo único que también a (nos)otros nos apena realmente es que este trabajo de investigación, esta experiencia expositiva, no se haya dado dentro de un programa público de investigación, análisis, aprendizaje de lectura y construcción de nuestra propia cultura visual geopolíticamente contextualizada impulsada por nuestro Centro Gallego de Arte Contemporáneo, lo que nos habría llevado a tener la suficiente capacitación estética e intelectual como para compartir con el director del Centro y con el Centro mismo la ilusión por la visita de este trabajo en el que nuestro y vuestro deseo como motor de su (la del CGAC) comunidad profesional y ciudadanía no ha sido, todavía, nunca, implicado. Sospechamos que ese trabajo intentará solucionarse, algo intempestiva y desde luego puntualmente, con la exposición que el CGAC dedicará inminentemente al productor audiovisual Antón Reixa, de la que pronto escribiremos, también.

Lo más emocionante, todavía, de esta exposición, si eso algo importa, es que hemos visto a J.L. Godard sentado en su sofá, sacudiéndose la camisa mientras de pronto a modo de explicación por su gesto intempestivo dice: «El fantasma de las migajas», de cenas pasadas, no hemos podido evitar sentir.

es más

En relación con el post anterior en el que hemos reconocido sentirnos legitimados ya, para pedir responsabilidades al MARCO de Vigo por la desatención y falta de conocimiento de su contexto real así como para sentir ya, sí también, violencia en las prácticas y prioridades hemos pensado además de quejarnos que:

Como usuarios del centro no conocemos las líneas y políticas expositivas, conceptuales, de investigación y archivo generales que tiene el actual proyecto expositivo del Museo de Arte Contemporáneo de Vigo, si las tiene, ni los fines que en relación a un proyecto de futuro éstas tienen con la comunidad artística, profesional y social a la que están dirigidas.

A pesar de que nos gusta la habitación del Hotel del MARCO, el amor y el lujo y los espejos detrás de las bañeras, si es que eso algo importa, en un momento como el actual no parece una buena medida (en tanto la consideramos una práctica de desnutrición radical) el prescindir durante los próximos dos años del único espacio dedicado a propuestas experimentales de artistas «emergentes» del contexto más próximo como era el espacio Anexo ahora convertido en Hotel sin dedicar otro espacio específico dentro del Museo para este tipo de propuestas.

No entendemos por qué un Museo de arte contemporáneo local como el MARCO no mantiene ninguna relación de trabajo, que sea pública, visible y accesible, mediante servicios bibliotecarios, convocatoria de becas de investigación, convenios, retroalimentación de fondos, elaboración de mapas, cartografías, historiografías y archivos o seminarios específicos con los diferentes espacios y agentes de desarrollo artístico del entorno local tales como los alumnos de la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra, la Escuela de Artes y Oficios de Vigo, los trabajos de investigación del Consello da Cultura Galega, el Máster de Arte, Museología y Crítica de la U.S.C., el Máster de práctica artística de la Universidad de Vigo, la Bienal de Pontevedra, la Feria Espacio Atlántico, las distintas agrupaciones que trabajan en el entorno social mediante la práctica artística relacionada con el activismo político y la investigación y los distintos agentes culturales autónomos así como cualesquiera otros del ámbito nacional e internacional. La respuesta a este tipo de propuestas, que las hay, es siempre la misma o parecida: tras una buena acogida la imposibilidad de apoyarlas por falta de recursos económicos o la incapacidad para programar a la vista de las próximas elecciones.

Si realmente no hay fondos para lo que deberían ser programas públicos, desarrollo de líneas de pensamiento y debate mediante encuentros y seminarios, actividades pedagógicas y de formación especializada, más allá del curso de «aproximación» al arte contemporáneo que actualmente se imparte en el Museo, no comprendemos por qué esta situación, gravemente problemática, no se hace radicalmente visible ni por qué, si esto no fuera posible, no se distribuye la dotación económica existente, sea cual fuere, de manera más equitativa entre las diferentes e igualmente imprescindibles ramas de actividad de un Museo. La diferencia entre unas y otras resulta francamente abusiva.

En relación a lo anterior y al margen de su actividad expositiva como ciudadanos y profesionales de la cultura no hemos recibido, del MARCO, ni una sóla noticia pública, sobre sus pensamientos, su funcionamiento, sus preocupaciones o sus proyectos a medio y largo plazo. ¿Cuál es el problema de relación del MARCO con su cultura de base? Si contase con ella, mediante una convocatoria pública y abierta, a pesar de sus diferencias de posición y posicionamiento, otra articulación sería posible. Otros ejemplos de otros centros nacionales, internacionales y locales lo confirman.

¿De verdad no nos da para más la preparación y formación profesional que tenemos que para pensar que la única salida al recorte presupuestario es recortar la programación y prolongar el tiempo de duración de las exposiciones? y de darnos para más que eso nos preguntamos qué tipo de canales de colaboración profesional e incluso de «captación» de fuerzas tiene previstos, el MARCO.

Si no fuera por el ambiente social que se percibe en las áreas de esparcimiento del Museo, más parecido cada vez a una «tea party» (fiesta de te) que a cualquier otra cosa, acabaríamos pensando que, el MARCO más que un espacio artístico público insitucional es uno de los espacios artísticos más radicalmente independientes y underground de Galicia por su actitud extremadamente punk, absolutamente desapegado de todo cuerpo y futuro que no sea su propio cuerpo y presente.

Un replanteamiento al menos de prioridades, objetivos, finalidades y diseño de dispositivos de intervención en las políticas culturales que nos afectan en tanto comunidad profesional, artística y humana resultan ya, hoy y aquí, imprescindibles, si es que algo nos interesa ocupar esa plaza pública que es el MARCO de la que no dudamos que tiene toda la potencia y recursos necesarios para ser un buen proyecto común.

Globos, ínfulas y otras super(pr)ioridades. Obras, una exposición de Martin Creed en el MARCO de Vigo

Hemos ido este viernes a la inauguración de la exposición Obras, de Martin Creed en el MARCO de Vigo y llevamos ya dos días y medio haciendo rocambolescos ejercicios de equilibrismo para pasar-por sin quedarnos atrapados-en el tremebundo agujero del que, entre otros, adolecemos aquí, en este contexto; el gran vacío de la recepción (estética y crítica) y esquivar de paso el farragoso engorro de refugiarnos en los lugares más comunes de los tópicos sobre arte y sociedad. Hemos confesado, pues, que tenemos aún brazos, manos y piernas ocupadas en mantener un precario equilibrio por lo que quizás el gesto, en este texto, no sea del todo elegante o estético pero sí en todo caso hemos intentado mantenerlo (t)urgente en relación a la cantidad de líquido a la que trata de dar salida con el fin de que la hinchazón, global, no (nos) llegue al grado de infección.


Un trabajo como el de Martin Creed para el MARCO (que trata de investigar las relaciones entre la forma, el color y el espectador que al igual que la música se dan sobre todo en el aire) hubiera sido una buena y más ajustada (espacial, conceptual y económicamente) oportunidad para continuar la línea de trabajo sobre la relación entre obra de arte y público que el MARCO se ha propuesto abordar en la primera planta del Museo mediante el proyecto ENTRAR NA OBRA (una reflexión sobre la estética de la recepción mediante diferentes trabajos artísticos, en el que hasta ahora han participado Loreto Martínez y Wilfredo Prieto, en el papel de artistas).

Pero en este caso, las ansias o creemos quizás, las ínfulas y super(pr)ioridades varias, generadas por el hecho (mediático) de tener «por primera vez en España» una exposición individual de un premiado Turner han llevado al MARCO a (in)utilizar durante cuatro meses toda la planta baja con la intervención » Work nº 247. Half the air in a given space»


(Obra nº 497. La mitad del aire en un espacio dado) que llena el espacio de la planta baja del Museo con 25.000 globos (para cada uno de los cuales hay otro de repuesto) de látex azúl celeste realizado con caucho importado de México, con un diámetro de 40,6 cm y un valor económico de 20 céntimos por globo y mostrar en una de las salas de la primera planta (la B1) la pieza «Work No. 189 Thirty-nine metronomes beating time, one at every speed


(Obra nº 189, 39 metrónomos marcando el tiempo, cada uno a su velocidad»), cuyo parecido con una de las obras de la primera exposición del CCCB que vimos, recién llegados a Barcelona en el 2001, no podemos obviar. La exposición era Arte y Tiempo y la obra «Poema sinfónico para 100 metrónomos» de G. Ligeti, 1963.

Entendemos que, el artista y la comisaria, conocen la obra de Ligeti y que simplemente aquí se propone un «ejercicio» diferente (si es que lo es) para un mismo instrumento. En este caso, una «cacofonía creada por la reproducción de las 39 velocidades posibles de un instrumento de precisión como el metrónomo.» Pero esto es sólo una reflexión añadida aquí por nosotros.

Por último, en las paredes de la primera planta: Work No. 197 A–Z (Obra nº 197. A-Z) 25 «papeles» de diferentes temas del grupo musical de Martin Creed «Martin Creed and his band» que tuvimos ocasión de escuchar en la inauguración, compuestos entre 1994 y 1996. La obra en este caso consiste en exhibir como documentos (fotocopiados del original) las partituras de las diferentes composiciones.

Como decíamos, el MARCO ha perdido la oportunidad de continuar su linea de trabajo programando esta intervención de Martin Creed como una más del ciclo ENTRAR NA OBRA, se ha dejado llevar por la espectacularidad y la (des)dimensión y en su hinchazón se ha inflamado, el Museo. Sabemos y no vamos a olvidar que parte de estas cuestiones están condicionadas, también, por la escasez de recursos económicos. Otra distribución de gastos y sobre todo de prioridades nos parecen posibles.

El resultado: una propuesta comisarial de Carolina Grau que, más allá de la buena, correcta y mediática elección del artista (cosa que, dicho sea de paso, generalmente la acompaña, desde Londres) se presenta literal y discursivamente desarticulada e insuficiente, para el espacio (conceptual y físico) que ocupa en el Museo.

A partir de aquí nos parece necesario y urgente diferenciar, sobre todo a raíz de los manidos debates que se han planteado, en Vigo, sobre la superficialidad y pertinencia de un trabajo artístico como este, que:

La primera y más grave superficialidad en tanto que banal es la apuesta decidida y económica del MARCO hoy y aquí por una propuesta comisarial de producción propia como esta: simple, esteticista y de sesgo marcadamente populista (de lo que el más que apoyo mutuo entre el Museo y la clase social a la que mayoritariamente pertenece su Asociación de Amigos – mano de obra en este caso para el hinchado de globos- altamente homogénea y gravemente (des)interesada artísticamente nos puede dar una idea).

Nos negamos aquí a pensar que tanto vosotros que nos leeis como nosotros que nos escribimos no estamos por encima ya de esos otros agujeros sobre los que hay una abultada bibliografía, como son los de defender la simple «participación», «interacción», «accesibilidad» o el carácter lúdico del Arte ( al margen de toda la seriedad que requiere el juego para que sea juego como diría Gadamer en su conferencia «El juego del arte» ya en 1975) como argumentos débiles de falsas y peligrosas «democratizaciones» de discursos supuestamente «elitistas» tal y como dicen que pudiera ser el del Arte (para nosotros una herramienta de capacitación estético-político-social) y matizamos que cuando decimos de la clase social a la que mayoritariamente pertenece la Asociación de Amigos del Marco que está gravemente (des)interesada artísticamente, nos referimos al significado etimológico del término inter-esse, atravesado en el ser.

Insistimos pues en el punto de que la banalidad no es la de la obra sino la del modo en el que se nos da, desde el Museo, la relación con ella. Curiosamente además como esta relación no es la comúnmente contemplada requiere de un anexo normativizador, para su (la de la obra y la de usted) seguridad, claro está. A punto de dar un traspié y perder este precario equilibrio en el que nos movemos aparece «La república de los fines» de J.C. se abre en su página 103 y se nos da a leer: «es más: la enseñanza de la Crítica del Juicio de Kant es que no hay tal cosa como un objeto estético sino un modo estético de relación.»

Es en el sentido en el que entendemos el Museo local, es decir, el de un espacio público que ha de velar por los intereses del sector artístico de su contexto (al igual que hacen por ejemplo las cofradías de pescadores o cualesquiera otras entidades, corporaciones u organismos públicos) interviniendo en la construcción y desarrollo de las políticas que le afectan como parte de una sociedad global en la que y con la que se relaciona y no como un espacio privatizado y mediatizado a la consecución de fines ajenos, a saber: cumplir con las medidas estándar de éxito y las ansias de reconocimiento internacional en el sentido más provinciano, infantil, patológico y obsoleto del término, tal y como ya dijera hace poco Manolo Borja Villel y otros tantos profesionales del sector, desde el que nos sentimos legitimados para reclamar ya, responsabilidades por la falta de atención y conocimiento (que no reconocimiento) del contexto real que sufre el MARCO de Vigo y a sentir ya, sí también, violencia en las prácticas y prioridades. Tuvimos miedo a decirlo al sentirlo, pero (re)leímos a aquellos de los que hemos aprendido Crítica y Estética y hemos vuelto a sentir que teníamos razón(es).

Nos gusta, la obra de Martin Creed, sí; si es que eso algo importa,; nos divierte, claro que sí. No se nos pasa por ninguna de las dos cabezas que tenemos entrar a juzgar con criterios morales su pertinencia, ni por asomo. Nos gusta también, si es que eso es relevante, la linea expositiva del MARCO de la que entendemos su calidad y riesgo. Ahora, como miembros de esta familia que nos ha tocado (al margen del trabajo que llevamos haciendo, junto a otros muchos, para convertirla en manada) no tenemos estómago ya, ni pulmón suficiente, para mantener hinchados los 25.000 globos durante cuatro meses y hacer ver que en casa, siempre es fiesta, mientras Papá y Mamá tienen serios problemas, incluso ellos, para pagarse el sueldo. Le hemos cogido respeto, a lo Unheimlich, a lo siniestro escondido debajo de la alfombra; eso que enseña a manejar tan bien, en sus instituciones, la clase social a la que pertenece, mayoritariamente, la Asociación de Amigos del MARCO de Vigo.